China anunció ayer un proyecto hidroeléctrico de 60 gigawatios de potencia, una cantidad que triplica el total instalado en España (17.000 megavatios), lo que da idea del gigantismo del apresamiento del río Yarlung Tsangpo, más conocido por Brahmaputra, el nombre que se le da en India (el otro es el tibetano).
Este río, uno de los más largos del mundo, nace en el Himalaya y atraviesa el Tibet, India y Bangladesh, y el apresamiento quíntuple, como anunció ayer Yan Zhiyong, presidente de la Power Contruction Corporation of China, es uno de los grandes proyectos que se prevén para el Tibet, cuya asimilación por Pekín ha sido denunciada internacionalmente, y que se suma entre otros a la línea férrea que unirá el Tibet con la provincia de Sichuan.
Pekín quiere vender ante la opinión pública estos planes como necesario para mejorar el sistema eléctrico de China y el sudeste asiático, es decir como un proyecto muy bueno de cooperación internacional. El coloso asiático ya tiene intereses notables de energía en Birmania y Camboya, aunque un proyecto también hidroeléctrico en Myanmar ha desatado muchas protestas y ha sido aparcado.
China quiere seguir explotando la capacidad de generación hidroeléctrica del Tibet para seguir incrementando la necesaria capacidad energética ante la dificultad de seguir construyendo centrales de carbón por la presión internacional y su compromiso de descarbonización. Sin embargo, India no parece dispuesta a cruzarse de brazos ante este proyecto, y la comunidad internacional tampoco, para lo que pedirá un acuerdo bilateral y sobre todo el máximo de transparencia informativa y cumplimiento con estándares medioambientales del mundo libre.
Hay que tener en cuenta que India no confía en el gobierno de China y todavía mantiene tropas en la disputada frontera del Himalaya, donde se han producido muertes de soldados por ambos bandos en recientes enfrentamientos.
Los propósitos chinos tendrán enfrente a gran parte de la opinión pública occidental, que lleva años denunciando la colonización del Tibet, y del activismo mundial ecologista, enemigo del apresamiento de los ríos y el gravísimo impacto medioambiental que genera aquel. Resulta inimaginable que en Nueva Delhi acepten el desarrollo hidroeléctrico del Brahmaputra sin contrapartidas que difícilmente aceptaría Pekín.
Está por ver si la diplomacia china, muy bien engrasada con dinero y apoyo a países en vías de desarrollo y un lobby blando, empresarial, ahora también tecnológico, en el mundo occidental, es capaz de ganar la batalla, o finalmente Pekín renunciara con el fin también de dar muestras de liderazgo multilateral ante la nueva administración estadounidense, tras la salida de Donald Trump, quien ha tensado en demasía la relación económica y comercial con China para frenar su temido expansionismo.