En China hay censados cerca de 500 think tank o laboratorios de ideas, lo que sitúa al país en el segundo puesto del ranking mundial, detrás de Estados Unidos con 1.815. Distinguir el mensaje auténtico de los pensadores chinos resulta harto complicado, hasta el punto de que la mayoría de las opiniones filtradas a Occidente proceden de centros financiados por Estados Unidos. Pero hay voces aparentemente independientes que se abren paso como la de Fan Li, analista de World China, un centro conectado al mundo, pero también sujeto al control gubernamental. “La corrupción y el soborno puede afectar al gobierno en el día a día, en el proceso de formulación de políticas y su aplicación”, denuncia este investigador que reflexiona sobre la convivencia entre el poder duro y el poder blando en su país.
El Instituto Mundial y China (WCI), fundado en Beijing en 1994, que aparece en esta relación de centros de pensamiento oficiales, es una organización independiente no gubernamental, sin fines de lucro. Sus fundadores son académicos, burócratas, analistas políticos y empresarios de diversas universidades, institutos de investigación, dependencias gubernamentales y empresas privadas. La mayoría de ellos están muy activos, tanto dentro como fuera de China. Son partidarios de la reforma y de la apertura de su país hacia el exterior.
“El gobierno puede controlar la prensa, la televisión y otros medios de comunicación, se puede controlar la economía, también se pueden utilizar las organizaciones no gubernamentales y la policía y la propia comunidad para controlar a la sociedad. Podemos ver que el poder duro está en todas partes”, subraya Fan Li. Pero también destaca como la China on line, la que está en el mundo virtual (hay 500 millones de internautas chinos), es más difícil de controlar, pese al cerrojazo informativo del buscador Google decretado por el Gobierno durante la celebración del XVIII Congreso del Partido Comunista. Un congreso para renovar la cúpula dirigente y vender signos aperturistas al mundo occidental. Ai Weiwei, el artista más reconocido en el exterior y símbolo de la defensa de los derechos humanos, vaticina que con el nuevo líder del Partido Comunista, Xi Jinping, todo seguirá igual. “Uno de los momentos más emotivos fue el año pasado, cuando se creó una plataforma en internet para ayudarme a pagar una multa de dos millones de euros que me puso el Gobierno. En menos de dos semanas decenas de miles de personas habían reunido más de la mitad de la cantidad requerida. Este gesto fue muy especial. Nunca antes en este país los ciudadanos se habían movilizado para apoyar a alguien acusado de ser un criminal”, confiesa Ai Weiwei. La información y la opinión circula a través de microblogging, del que es un ejemplo el grupo QQ, que el gobierno se esfuerza en controlar.
“El poder duro se puede reflejar en el mando, la represión, las amenazas, el soborno, etcétera, por lo que la otra parte debe aceptar los acuerdos del Gobierno. El poder blando, por el contrario, trata de convencer, ganarse la confianza, mediante la ética y los valores. Una forma inteligente de cambiar las preferencias del contrario, sin hacer visibles las amenazas “, explica Fan Li. Este analista reconoce como China no tiene un sistema de verdadera participación ciudadana en la elección de los dirigentes. “Podemos encontrar una gran cantidad de pruebas que demuestran que las elecciones directas no son reales, sino que están estrictamente controladas y manipuladas por el Gobierno”, añade. El único foco de resistencia desde el interior a las autoridades, el conflicto de Wukan, vive en la memoria popular. Esta población atrajo la atención internacional el año pasado después de que los aldeanos expulsaron a funcionarios locales del partido comunista por intentar vender secretamente sus tierras.