En su manifiesto fundacional, Economistas Frente a la Crisis aseguraba que el Estado del Bienestar es la propuesta de la Unión Europea para el mundo. Sin esa propuesta la democracia perdería profundidad y, seguramente, también la Unión perdería parte de su sentido. El Manifiesto, escrito a finales de 2011, se
centraba en las consecuencias económicas y políticas que las medidas de austeridad estaban teniendo sobre el crecimiento económico, sobre el desempleo y sobre el modelo de convivencia social del que los ciudadanos
españoles nos habíamos dotado. Durante los dos años transcurridos desde entonces, hemos sido testigos de cómo una política económica errónea ha puesto en peligro la propia continuidad del Euro y generado enorme
sufrimiento humano y social. En el verano de 2012, las tensiones en los mercados financieros llevaron a España a solicitar el rescate de su banca ante el riesgo de un colapso sistémico que, por su efecto contagio, habría tenido consecuencias desastrosas sobre el propio proyecto europeo.
Hoy la economía europea tiene una menor capacidad de crecimiento, lo que se evidencia en una significativa caída del PIB real y potencial. La gravedad de este hecho estriba en que los impulsos a corto plazo, necesarios para poner de nuevo en marcha el motor de la economía europea, son menos efectivos porque la crisis se ha llevado por delante una buena parte de nuestra capacidad industrial y capital humano, expresado en millones de trabajadores desempleados, en la pérdida de conocimiento motivada por falta de inversión en I+D+i y en educación y en la destrucción de miles de empresas. Es decir, se han debilitado los pilares para una recuperación sostenida y sostenible de nuestras economías. El riesgo de entrar en una fase de crecimiento sin
creación de empleo y en una dinámica deflacionista amenaza con lastrar la incipiente recuperación. Además, los crecientes niveles de desigualdad y pobreza ponen en riesgo la cohesión y el modelo social europeo.
Debemos insistir en que la crisis ha sido utilizada como excusa para reducir los derechos sociales y medioambientales, elemento este último fundamental para el bienestar, la seguridad y el progreso al que Europa no puede renunciar…
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