El Banco de España es una institución dotada de innumerables privilegios y que no está sometida a los controles exigibles, y exigidos en otros países de nuestro entorno, en una democracia representativa. Su falta de transparencia es inconcebible e inadmisible, asemejándose a la del Centro Nacional de Inteligencia. A modo de ejemplo basta decir que ni siquiera se informa del orden del día de las reuniones del consejo, no hablemos ya de las actas. Hasta hace dos años tampoco se conocía el sueldo del Gobernador.
Luis María Linde fue nombrado hace 12 meses y en su primer informe anual ha seguido la estela doctrinal de sus predecesores, recomendando una serie de duras medidas en materia salarial. En concreto reclamó la posibilidad de contratar con condiciones fuera de convenio, es decir peores, suprimir el salario mínimo para determinados colectivos (baja cualificación o dificultades de acceso laboral), así como el adelanto en la aplicación del aumento de la edad de jubilación a los 67 años.
Parece mentira que estas recetas vengan de quien manda en una institución cuyo trabajo fundamental es la supervisión bancaria, algo que sus antecesores, Jaime Caruana (éste todavía en el machito del BPI) y Miguel Ángel Fernández Ordóñez, hicieron tan mal que el sistema financiero español ha tenido que ser rescatado con un coste brutal para los ciudadanos.
El Banco de España, en contra de toda lógica, ha engordado sus costes salariales y de administración, desde que se produjera la introducción del euro como moneda de cuenta en 1.999 y la moneda en circulación en el conjunto de la eurozona en 2002. Esta institución tenía unos costes laborales de 170 millones de euros en 1999 el primer año que contabilizaba sus cuentas en euros, y esa cantidad ha ascendido hasta los 211 millones al cierre del ejercicio pasado, a pesar de que el Banco de España ha cedido la función de determinar la política monetaria al Banco Central Europeo. Aunque el año pasado la nómina del conjunto bajó el 8,7%, debido fundamentalmente al Real Decreto del 13 de julio que impuso el Gobierno a los sueldos de las Administraciones para garantizar la estabilidad presupuestaria, el coste por trabajador del Banco de España se situó en 79.442 euros, resultado de dividir la nómina total por 2.655 empleados, 49 menos que un año antes.
Este coste por empleado supera el que soporta el Bundesbank, el equivalente al Banco de España en Alemania, que es de 74.000 euros. El banco alemán tiene un coste laboral inferior en un 6,5% al español, pero el Bundesbank ha reducido su plantilla vertiginosamente desde que se cambiara el marco por el euro. En 1999, el coste laboral del Buba se cifraba en 862 millones de euros, con 15.240 personas en plantilla, mientras que el año pasado, solamente era de 706 millones, habiéndose rebajado el personal a una plantilla de 9.543 personas.
Si se tienen en cuenta el resto de partidas necesarias para operar el banco, se ve la misma imagen. El Banco de España cifraba el total de sus gastos operativos en 298 millones de euros en 1999, cantidad que se disparaba hasta los 411 millones del ejercicio pasado. Por el contrario, en el Bundesbank, el gasto operativo total era de 1.252 millones en la fecha de partida (1999), y lo redujo hasta 1.030 millones el año pasado.
De edades de jubilación no habla el Banco de España en sus memorias anuales, pero las prejubilaciones han sido generosas. A modo indicativo basta decir que en el ejercicio 2002, la entidad dotó 129 millones de euros por el cierre pactado con los sindicatos de 30 sucursales.
El Banco de España ha aumentado peligrosamente su balance, de menos de 120.000 millones de euros de activos en 1999, ha pasado a 550.000 millones el año pasado, y de prestar poco más de 24.000 millones a los bancos, a los escandalosos 320.000 de 2012. Para hacerse una idea de la situación, basta decir que el Bundesbank tiene un activo que apenas duplica el del Banco de España, con un producto interior bruto que triplica al español.