No resulta extraño que las grandes multinacionales del tabaco estén encaminándose hacia el negocio del cigarrillo electrónico, ya que éste tiene una imagen menos dañina y además está bendecido como una fórmula para eliminar o reducir el consumo de cigarrillos, hábito cancerígeno indiscutido.
Un estudio clínico publicado en ‘The New England Journal of Medicine’ asegura que como fórmula para dejar de fumar es el doble de eficaz el tratamiento con cigarrillos electrónicos que con derivados nicotínicos, como los parches, pastillas o chicles con nicotina. Basándose en una muestra de 886 participantes en servicios para dejar de fumar del británico National Health Service, los autores del estudio les repartieron al azar en dos grupos, uno fue provisto de productos de nicotina a su elección, que podían combinar si quisieran, para 3 meses, y al otro les dieron un conjunto de cigarrillo electrónico recargable con nicotina líquida (18 miligramos por milímetro cúbico), a los que se recomendó comprar más líquidos del sabor y fortaleza que quisieran.
A estos dos grupos se les dio apoyo de conducta durante 4 semanas. El resultado final fue que el porcentaje que aguantó un año de abstinencia de fumar cigarrillos entre el grupo que vapearon con el cigarrillo electrónico fue del 18%, mientras que en el otro grupo sólo el 9,9% fueron capaces de eliminar su vicio durante un año (la verificación fue validad bioquímicamente en su última visita). Además, entre los que aguantaron con el cigarrillo electrónico sin fumar fueron fieles al conjunto que se les aportó, sin cambio, mientras que entre los que utilizaron los derivados nicotínicos, sólo fueron fieles a su primera elección el 9%. Con estos datos se presume que el cigarrillo colma también mejor la ansiedad.
El estudio también estudió médicamente los efectos sobre la salud durante el tratamiento. En general las irritaciones de garganta y boca fueron más frecuentes entre quienes vapearon, un 65,3% contra el 51,2% del grupo que utilizaron sustitutos nicotínicos, y en cuanto a las náuseas se produjeron en mayor medida en este último grupo, 37,9% frente al 31,3%. Los que siguieron echando humo con el cigarrillo electrónico sufrieron durante el año de experiencia clínica una caída superior en catarros y flemas que el grupo que utilizó chicles, parches y pastillas. No se produjeron diferencias significativas entre ambas partes en los clásicos ahogos respiratorios del fumador.
Este estudio puede servir, y seguro que el lobby que potencia el cigarrillo electrónico se mueve para conseguirlo, para que las autoridades sanitarias inglesas y quizás de otros países en los que se reproduzcan similares resultados, permitan a los médicos prescribir el cigarrillo electrónico para luchar contra el tabaquismo en igualdad con los parches, pastillas y chicles.
Es indudable, tal como atestigua el instituto de salud pública de Inglaterra (Public Health England) que vapear es mucho menos dañino que fumar cigarrillos. En un estudio de este instituto se cifra en un 95% menos dañino, por consiguiente lo considera casi inocuo, también para la gente que se encuentra próxima a un vapeador.
Sin embargo hay que aclarar que el uso de cigarrillo electrónico por adolescentes se considera en algunos otros estudios como un factor coadyuvante de un futuro tabaquismo en estos usuarios.