*Senyek
Aunque mirar al pasado no siempre es una buena guía para intentar analizar el futuro, creemos que una buena manera de empezar esta tribuna sobre el futuro de los emprendedores es hablar sobre los emprendedores del pasado. Porque, aunque hoy se recurre a la palabra “emprendedor” como mantra solucionador de todos nuestros problemas, emprendedores han existido toda la vida. A nuestro juicio, el emprendedor por excelencia es aquel que tiene una ilusión, y tiene la fuerza física y mental para transformar esa ilusión en realidad. Un hombre que encarna muy bien ese modelo fue Cristóbal Colon: tenía una ilusión, una idea, buscó financiación y convenció a otros de “subirse a su barco” (nunca mejor dicho). Lástima que a su gran descubrimiento no le pusiesen su nombre, sino el nombre de otro (lo que Manuel Conthe denomina sagazmente ley de Stigler, que dice: “ningún descubrimiento científico lleva el nombre de su verdadero descubridor”).
A diferencia de otras situaciones, el riesgo es el componente clave que se respira en todo el proceso de “emprender”, tanto para quien tiene la idea, como para quien la financia. En esta tribuna abordaremos tres apartados. El objetivo es aportar al lector herramientas con las que identificar líneas clave sobre el futuro de los emprendedores. En el primero analizamos la tipología de emprendedores, proponiendo una clasificación que permita identificar al tipo de emprendedor y el futuro que le espera. En el segundo describiremos algunos errores frecuentes que cometen, normalmente de manera inconsciente, las personas a la hora de emprender. Finalmente, en el tercer apartado introducimos el rol del Gobierno como agente facilitador del ecosistema emprendedor. En concreto, hablamos sobre la regulación del marco emprendedor y proponemos la necesidad de que el futuro de los emprendedores dependa de que la regulación adquiera el carácter de “inteligente”.
Tipología de los emprendedores
Podemos dividir a los emprendedores en cuatro grupos.
Un primer y elitista grupo A lo conforman aquellos “elegidos”. Son personas con un gen emprendedor, una idea rompedora, y un factor X desconocido, que es justamente el que los hace diferentes. Tienen una capacidad de adaptación al entorno muy fuerte y seguridad en la toma de decisiones. Por eso son poco proclives a las consecuencias de los sesgos cognitivos que veremos en el siguiente apartado.
El grupo B lo forman aquellos emprendedores, con rasgos similares a los del grupo A, pero donde el factor X no existe. Los sesgos comportamentales podrían empezar a jugar su papel, aunque en dosis pequeñas.
El grupo C es el mayoritario. Aquí están emprendedores con ideas, pero en donde la frecuencia de errores producto de los sesgos psicológicos es elevada. Parte de estos emprendedores (que incluso han podido fracasar ya en algún otro proyecto) pueden pasar al grupo B si consiguen “domar” esos efectos y con un golpe de suerte (ciclo económico al alza, por ejemplo).
Grupo D: emprendedores “por descarte”.
El siguiente gráfico podría aclarar algo las cosas, aunque avisamos que las cifras son una pura aproximación, no están contrastadas científicamente.
Errores frecuentes
Hace tiempo que sabemos que la mente nos juega malas pasadas. Gracias a trabajos pioneros como los del Nobel Kahneman y su colega Amos Tversky (fallecido),se ha ido desarrollando una ciencia que se alimenta de una combinación de enseñanzas provenientes de la economía, la psicología y, más recientemente, de la neurociencia; se conoce como behavioral finance, o psicología económica. Esta ciencia identifica algunos sesgos cognitivos muy útiles a la hora de describir comportamientos humanos (aparentemente racionales) que llevan a situaciones no deseadas. Sin ánimo de enumerar académicamente todos estos sesgos, aquí lo que haremos es describir sólo algunos, identificando de manera práctica adonde pueden conducir a un emprendedor desprevenido:
Sesgo confirmatorio: un emprendedor ilusionado tenderá a buscar información y evidencias que confirmen el éxito de la idea que tiene en la cabeza. Por ejemplo, le dará más peso a informaciones que confirmen que su idea será exitosa, o sus expectativas de crecimiento, que a informaciones negativas que le hagan ser algo mas precavido.
Atención limitada: internet es un canal informativo muy potente. El problema es que el gran caudal informativo que genera deviene en un “diluvio informativo”(information overload) imposible de manejar. El ser humano no es capaz de concentrarse en todas las alternativas posibles a la hora de elegir la mejor y su capacidad de toma de decisiones en ese contexto es limitada. El emprendedor puede verse tentado por la alternativa que capte mejor su atención, pero que no sea la que más le conviene. Por ejemplo, a la hora de elegir financiación, proveedores o locales donde instalarse.
Razonamiento sesgado: muchas veces el emprendedor falla a la hora de asignar probabilidades a sucesos que ocurren en su negocio. La causa es doble, por un lado porque usa reglas heurísticas para tomar decisiones bajo incertidumbre (por ejemplo, evaluamos la probabilidad de un suceso en base a lo “fresco” que lo recordamos o imaginamos; así, luego de un terremoto es mucho más probable que aseguremos nuestro negocio contra ese evento ya ocurrido). Segundo, porque los individuos solemos mostrar persistentemente mas confianza en nuestras acciones (por ejemplo, como conductores, la mayoría de nosotros solemos pensar que somos mejores que la media).
Autocontrol limitado: aún cuando un emprendedor puede percibir correctamente sus propios intereses, puede tener dificultad a la hora de ejecutar las tareas necesarias para conseguirlos. De nada sirve un buen plan de negocio que describa las tareas necesarias para conseguir un flujo de caja positivo, si para ello hace falta generar clientela, y por desidia o pereza, al final el emprendedor no ejecuta las acciones comerciales para que esa clientela aumente.
Además, la toma de decisiones depende no solamente del contexto en el que se realizan, sino del estado anímico del emprendedor. Por ello el stress excesivo puede hacer que actuemos de manera impaciente. Estar al tanto de estas trampas que nos juega el cerebro es útil a la hora de emprender o de consolidar un negocio.
Una regulación inteligente
Como bien dice Steven Landsburg, profesor de Economía y autor del célebre ‘The armchair economist’: “La gente responde a incentivos. El resto son solo comentarios.”
Es importante entender el papel de los incentivos en el comportamiento humano, pero sobre todo en la regulación del marco de los emprendedores, dado el gran papel que tienen debido a la propia dinámica del sector, muy sujeta a cambios bruscos e inesperados. Cuando el Gobierno sube o baja impuestos, establece deducciones fiscales, o promulga leyes, no hace más que generar incentivos. Cuando un ayuntamiento promulga una ordenanza municipal, intenta generar un incentivo.
El problema en España es que en lugar de analizar qué incentivos debemos generar en qué sector, y desarrollar (o no) regulación en consecuencia, los distintos estamentos regulatorios promulgan leyes sobre las que luego, alguien, se da cuenta que generan resultados contrarios a los esperados, o como mínimo neutros. ¿Alguien sabe cuántos empleos creó el famoso Plan E? Recientemente supimos, gracias a un informe de evaluación realizado por el Tribunal de Cuentas, que el 70% de las obras iniciadas a raíz del Plan E (8.000 millones de euros) no eran necesarias para los municipios. Como consecuencia, solo el 4% de los trabajadores que fueron contratados específicamente para dicho plan continuaban trabajando a fines de 2012.
Hace unos meses la ministra de Empleo, Fátima Báñez, anunciaba la Estrategia de Emprendimiento y Empleo Joven, con 15 medidas de alto impacto y 85 de largo plazo.
Algunas de las medidas mencionadas en ese documento tienen sentido (por ejemplo, desarrollo de incentivos para que los desempleados que abandonaron prematuramente los estudios, se reenganchen y acaben la ESO; programas formativos cuya obtención de acreditación de certificado profesional está vinculada a un compromiso laboral en firme) aunque el documento clasifique como medidas de alto impacto medidas que a nuestro juicio son de resultado a medio o largo, como las comentadas.
Otras son simplemente una declaración de intenciones (canalizar y sistematizar un portal único de empleo, mejorar la financiación de los emprendedores vía microcréditos,…). La regulación, además, paradójicamente se concentra en aquellos elementos definibles y medibles, como una cifra de ventas, un nivel de renta, el número de empleados, un patrimonio, un nivel de estudios, una lista de productos o un colectivo en concreto, y sin embargo se despreocupa de aquellos elementos no medibles, uno de los cuales es el comportamiento humano, cuyo impacto es muy significativo.
En resumen, necesitamos una regulación que alinee los incentivos de los agentes correctamente, y sobre todo, con carácter anticipatorio.
Una regulación basada y pensada como consecuencia de un evento de crisis (financiera, social o de salud pública) no contiene nunca el remedio que podría evitar la próxima crisis; de ahí la necesidad de atacar incentivos, y no solo fríos números, o productos, o mercados. Las normas que regularon la higiene en el consumo animal como consecuencia de la epidemia de la enfermedad de las ‘vacas locas’ solo sirven para evitar que dicha enfermedad se transforme en epidemia en el futuro, pero no evitarán la continua aparición de nuevas y desconocidas epidemias (gripe A, por ejemplo).
Los emprendedores y las microempresas se enfrentan a condiciones inciertas cada día, tanto por las propia idiosincrasia de su trabajo, como por la globalización económica, que multiplica los efectos de la incertidumbre. Por ello un ecosistema de regulación inteligente y acción gubernamental proactiva de alto impacto a corto plazo en este segmento debería tener estos ejes:
1-Dotación por parte del Estado de un fondo de 10.000 millones de euros que sirva para dos cosas. La mitad se destinaría a préstamos blandos en sectores de potencial de productividad alta, sobre todo si hay componente exportador. Solo pagaría intereses a final de año y la devolucion del capital dependería de la evolución del propio negocio y se pagaría al final (bullet). El restante 50% se destinaria a conceder avales (en formato seguro de crédito) para que los autónomos y microempresas no enmarcadas en el primer grupo puedan acceder al crédito bancario tradicional (microcrédito importe máximo de 25.000 euros, sin aportación de garantías adicionales). La prima debería ser pagada por el propio emprendedor, y estaría relacionada proporcionalmente con el sector, la región donde invierte, y la involucración del mismo en el negocio: por ejemplo, a mayor involucración respecto a la inversión total, prima más barata.
2-Lucha contra el red tape. La administración debe elaborar un sencillo y claro template, en donde, segmentando por CNAE, enumere la documentación necesaria para poder abrir un empresa de manera telemática, máximo en 5 días. Pasado este plazo, y si la administración no responde, el tramite se debería dar por aprobado y la empresa podría empezar a funcionar. Alternativamente, si la culpa del retraso es de la administración, al autónomo o microempresario se le podría compensar proporcionalmente a través de exenciones fiscales.
3- Vinculación universidad y los centros de formación profesional con las microempresas de alto valor añadido, de manera que las investigaciones académicas pueden tener salida en el mercado (no solo tecnología pura sino bioagricultura, energía verde, domótica, etcétera), y los estudiantes de últimos cursos que las implementen sean remunerados por ello. La microempresa podría estar exenta del pago de cotización al estudiante (el Estado pondría el dinero), hasta el momento en que el producto salga al mercado.
4- Legislación del impago, y en su caso, concursal, suave del fracaso emprendedor. Por ejemplo, las deudas impagadas productos del microcrédito emprendedor podrían no aparecer en los registros de la CIRBE (central de información de riesgo del Banco de España), o hacerlo de manera que no ‘manche’ al emprendedor dentro del sistema crediticio.
5- Dado el gran desconocimiento que tenemos a la hora de saber, ex ante, los resultados de determinadas políticas públicas (vale recordar el resultado final de plan E de Zapatero), el Gobierno debería arriesgarse algo mas y empezar a desarrollar políticas de corte social y económico, de tipo experimental, aunque controladas.
Nos explicamos. El Gobierno inglés, a través de su behavioral unit (o Nudge Unit), hace tiempo que viene realizando exitosos (y baratos) ejercicios de este tipo, en el campo de la incentivación a la creación de empresas, la búsqueda de trabajo, el pago de impuestos o el medioambiente.
Uno de estos experimentos reales (hay varios, pero citamos solo un par) consistió en pedirles a los parados que acudían a las oficinas de empleo inglesas a que se comprometiesen a desarrollar un simple pero detallado “plan de acción” a realizar los siguientes 14 días, con el objeto de encontrar trabajo. El resultado fue que aquellos parados que voluntariamente se acogieron a este experimento aumentaron sus posibilidades de encontrar trabajo un 20% en los siguientes 3 meses, respecto a aquellos que no quisieron comprometerse.
Otro caso real. El gobierno inglés, como medida de ahorro energético, incentivaba mediante fuertes subvenciones a la instalación de material aislante en los techos de los áticos (loft insulation). Las estadísticas eran demoledoras: nadie, ninguna familia, solicitaba la subvención. La behavioral unit estudió el caso, y descubrió la causa: la pereza. Como para instalar ese material aislante, antes había que limpiar el ático, ordenar los trastos y tirar la basura acumulada, las familias –siempre perezosas y con cosas más importantes que hacer un fin de semana- simplemente no querían ponerse a limpiar. Solución dada por los expertos de la Nudge Unit: la misma empresa que hacia la instalación, antes se comprometía a limpiar el ático y tirar la basura acumulada. En semanas, la solicitud de subvenciones se triplicó.
En resumen, para que los emprendedores tengan futuro, sería deseable que desde las instituciones públicas también se tuviera espíritu emprendedor a la hora de crear un ecosistema regulador amigo de la iniciativa empresarial.
En este mundo interconectado, nadie tiene la solución para todo ni existe una sola solución. Es más, muchos problemas tienen varias soluciones; lo ideal sería que el gobierno diera el primer paso a través del desarrollo de políticas de incentivación experimentales (prueba y error), primero con pequeños grupos de control, y luego ir ampliándolo a medida que se vaya viendo qué solución, es la más efectiva en casa caso.
Poner a una ley el nombre rimbombante de un problema que queremos solucionar no garantiza que, pasado un tiempo desde su implementación, se vea la cruda realidad y nos demos cuenta que su efectividad no era la esperada.
*Bajo esta firma se agrupa un grupo de economistas preocupados por el futuro de los emprendedores
Desde La Celosía recomendamos la lectura relacionada de: