La cumbre de Washington de noviembre de 2008 celebrada con el capitalismo en estado catatónico por la ruina bancaria fue el espaldarazo del Grupo de los 20 (G20), que un año después, tras los encuentros de Londres y Pittsburgh fue convertido en gobierno económico mundial y con veleidades también de convertirse en el Ejecutivo planetario, marcando el paso a Naciones Unidas.
Durante los años posteriores el protagonismo económico de los países emergentes, Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, (BRICS) a los que hay que añadir al menos Turquía e Indonesia, convertidos en locomotora de la economía global, y la aparente voluntad del nuevo emperador Obama de repartir mejor el poder, hizo creer al mundo que el G20 (suma de los países más industrializados y los emergentes), en el que España participa de invitado permanente de piedra, podía ser el marco aceptable para conseguir un sistema más equitativo, pero desgraciadamente no ha sido así.
La guerra de Siria devuelve a EEUU
y Rusia a la diplomacia de la guerra fría
El G20 que se reúne en San Petersburgo se ha convertido en una grillera. Nos devuelve una diplomacia de guerra fría, con Rusia y Estados Unidos incapaces de ir de la mano en un asunto tan grave como la guerra de Siria, y con la autoridad de Washington hundida por las revelaciones de que no respeta el derecho fundamental de la inviolabilidad de las comunicaciones. Con qué cara les mira Obama a sus colegas, Enrique Peña Nieto, presidente de México y Dilma Rousseff, de Brasil, que han conocido hace unos días haber sido espiados por Estados Unidos.
Los BRICS comienzan a ser ahora un problema más que una solución. Estados Unidos ha conseguido salir de la crisis con el expeditivo método de fabricar moneda, gracias al respaldo que todavía le concede su título de policía del mundo. La Unión Europea ha salvado sus bancos quebrados con una técnica similar, el manguerazo del Banco Central Europeo. El aviso de Washington de que pone fin a la barra libre, ha originado una huida de capitales tremenda en los países emergentes, que no consiguen detener el hundimiento de sus divisas.
Sólo buenas palabras para el problema de los BRICS
Los BRICS llevan al G20 de San Petersburgo este problema, apoyados en cierta forma por el Fondo Monetario Internacional, pero que nadie espere algo más que buenas palabras para su solución. Las medidas serán internas, quizá la profundización en un banco común de inversiones, y como último recurso la amenaza de introducción de medidas de control de capitales (un corralito). La guerra de monedas parece servida.
Respecto a la evasión fiscal, hasta la propia OCDE aseguraba antes de la reunión que no se introducirán plazos. Pascal Saint-Amas, responsable de fiscalidad de la institución, dice que se conforma con un compromiso de “ir más rápido”. El G20 se ha olvidado ya de las promesas de acabar con los paraísos fiscales, que captan más dinero que nunca, aunque se conseguirán algunos compromisos para frenar la elusión fiscal de las grandes empresas multinacionales.
Rusia ha prometido que la cumbre sacará adelante un plan integral con medidas coordinadas para la generación de empleo y el impulso al crecimiento económico global. Quizás aquí resida la sorpresa agradable del encuentro si verdaderamente las medidas sugeridas se implementan.
Desde La Celosía recomendamos la lectura relacionada de:
Brasil es el país emergente que toma más medidas comerciales proteccionistas
Brasil aboga por la creación del banco de los BRICS en 2014 para financiar infraestructuras