En un partido de selecciones de fútbol sala disputado en Kuwait, el japonés Yuki Morata ha marcado un gol antológico, lleno de fantasía, que no verán nunca los aficionados ni a Cristiano ni a Messi, siquiera en un amistoso. Un deleite, a modo de la caligrafía artística nipona al servicio de un alarde técnico futbolístico.