La conferencia del clima, Cop25, que comenzó ayer en Madrid, tras la renuncia de Chile y anteriormente rechazada por Brasil, será el escaparate de los esfuerzos que los sectores económicos aseguran que realizarán para conseguir reducir a cero las emisiones de dióxido de carbono en los plazos que permitan mantener el aumento de la temperatura media mundial muy por debajo de los 2 grados centígrados con respecto a los niveles preindustriales. En Madrid, más allá de la propaganda lo que se dirime es la concreción del Artículo 6, básicamente el marco del mercado del carbono contaminante y si no hubiera acuerdo se busca en otra conferencia, la Cop26 a celebrar en Glasgow, el próximo año.
Es muy relevante destacar ante la opinión pública que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, anunció al mundo en junio de 2017 que su omnipotente país no firmaría el Acuerdo de París, cuyas medidas de puesta en marcha deben comenzar el próximo año. Este hecho es especialmente grave ya que Estados Unidos es el país que más emite dióxido de carbono por habitante, por delante de Canadá, Corea del Sur, Rusia, Japón, Alemania, China, Reino Unido, Italia, Francia, Brasil e India, según datos de la Agencia Internacional de la Energía y del FMI. Las emisiones de Estados Unidos, 14,95 toneladas, casi duplican las de Alemania, 8.9.
No conforme con ser el país que más contamina y abandonar un acuerdo al que se han comprometido 194 países, Estados Unidos ha confirmado que seguirá en su puesto de negociador sobre el clima en Naciones Unidas, una institución que utiliza según le venga. A la postre, lo que pretende el emperador Trump es hacer lobby climático en defensa de los intereses estadounidenses, hasta que su retirada sea definitiva, que por calendario no llegará antes de finales del próximo año.
Aunque fuera del Acuerdo de París, siguiendo un camino que ya inició en los pactos de Kyoto, antecedente de París, y que nunca suscribió, Estados Unidos tendrá su sitio en la Convención del Clima de Naciones Unidas (UNFCCC), de que el Acuerdo de París es una parte. En la Convención de Naciones Unidas, Trump pretende influir en todas las decisiones que se tomen e incluso en las conversaciones del Acuerdo de París conservará el estatuto de observador, sin capacidad de veto. Una vez más, Trump no juega limpio e insiste en renegar del multilateralismo, que resulta fundamental en materia medioambiental porque planeta solo hay uno.