El presidente del grupo Prisa, Juan Luis Cebrián, es una persona muy codiciosa, pero su pecado capital no es perdonable cuando obtiene su pecunia de una sociedad que cotiza en Bolsa a la que ha llevado a la ruina. La salida a Bolsa del grupo de comunicación hace 14 años se hizo a un precio de 20,83 euros por título, y ahora cotiza a 42 céntimos, lo que ha originado un boquete descomunal al inversor que se ha creído los cuentos del académico de la lengua, con una pérdida del 98%.
Sólo en términos de poder y de complicidades se explica que la desastrosa gestión de Cebrián no sólo no le haya supuesto el despido sino que ha sido premiado con remuneraciones disparatadas y prohibidas en los manuales de gobierno corporativo. Sin embargo, el Consejo de Administración de Prisa acaba de aprobar sin el voto contrario o siquiera la abstención de alguno de sus miembros la política de remuneraciones, con la cual el señor Cebrián sigue enriqueciéndose mientras el accionista, cuyos intereses se supone que deberían estar bien representados por los consejeros independientes, se arruina.
Marañón lleva 33 años en el consejo y cobra
por trabajos ajenos al cargo
Dentro de este consejo, el gran cómplice del escarnio que supone la remuneración millonaria de un inepto para la gestión corporativa, como es el presidente de Prisa, es su íntimo amigo, Gregorio Marañón y Beltrán de Lis, marqués de Marañón, que está en el principal órgano de administración de la compañía desde hace 31 años, y a quien, sin rubor alguno, se califica de independiente en el informe de Gobierno Corporativo. Marañón es el presidente del comité de remuneraciones, un puesto clave en la determinación de los planes y propuestas de remuneración, y en el que también figuran dos amigos de Cebrián, el francés Alain Minc y Borja Pérez Arauna.
Este marqués grande de España, aparentemente muy ocupado, ya que también es presidente de Logista, Roche y Universal Music, y consejero de Viscofan y Altadis, además de otros cargos, saca tiempo para asesorar legalmente a Prisa Televisión, un trabajo por el que el año pasado cobró 90.000 euros, pero que “no compromete su independencia”, ya que Prisa considera que esta cantidad “no es significativa para el consejero” (página 17 del informe de Gobierno Corporativo).
Marañón es también presidente de la Fundación El Greco 2014, de la Real Fábrica de Tapices, del patronato del Teatro Real, vicepresidente de la Fundación Ortega-Marañón (una fusión), académico de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Académico de Honor de la Real Academia de Ciencias Históricas y Bellas Artes de Toledo y miembro de la Academia Europea de Ciencias, Artes y Letras. Todo esta armadura intelectual no le impide proponer inmerecidos salarios millonarios para su amigo del alma, Juan Luis Cebrián.
El marqués es el único consejero no ejecutivo
con seguro de vida y seguro médico privado
Como coartada técnica para defender las remuneraciones injustificables se utiliza a la consultora Towers Watson, que ha sustituido en estos menesteres a Spencer Stuart, ya que en esta última el marqués de Marañón es presidente del consejo asesor y el conflicto de intereses era manifiesto. La pretendida independencia del marqués no soporta ningún análisis objetivo, solo se mantiene como un acto de fe. Marañón es también el consejero independiente que más caja hace en Prisa y el único de los no ejecutivos al que la empresa editora, salvada de la quiebra por la banca, le paga un seguro de salud privado por el cual le reembolsan a él y su familia los gastos médicos, y una póliza de seguro de vida.
No se explican las razones por las que a este consejero independiente ‘especial’ hay que tratarle a cuerpo de rey. Además de la minucia de los 90.000 euros de la asesoría legal a Prisa Televisión. el detalle del seguro privado médico para, si fuera necesario, ser paciente en el mejor hospital del mundo, y la póliza de vida, los accionistas de Prisa le pagaron también el año pasado la cantidad de 230.000 euros en metálico y un paquete de 81.137 acciones.
El consejo, a propuesta del comité de remuneraciones, plantea a los accionistas para su aprobación un cambio estatutario que aprovecha a Cebrián, ya que le permite garantizarse sí o sí, 6 millones de euros (1,2 millones anuales) para una prolongación de contrato, nunca justificada, hasta enero de 2018. El cambio estatutario permitirá a Cebrián cobrar esa cantidad bien como bono de pensión o indemnización por cese o compensación por no competencia.
Cebrián fue calificado con la máxima nota por su desempeño personal el año pasado
El descaro es tal que, en las nuevas directrices de remuneración, se ha modificado la ponderación que se hace del trabajo de Cebrián. Mientras que en 2003, el 80% se medía por la consecución de objetivos cuantitativos (cash flow e ingresos de transformación, en su caso) y el 20% por objetivos cualitativos (de carácter subjetivo ligados al desempeño personal), a partir de este año, la ponderación pasa a ser del 60% el cuantitativo y 40% el cualitativo.
Para hacerse una idea de este cambio, basta señalar que el año pasado, con pérdidas de 650 millones de euros en Prisa, Cebrián obtuvo el tope del 20% en los objetivos cualitativos y solo el 11,58% en los cuantitativos (cero en cash flow y 11,58% en ingresos de transformación). Ese máximo conseguido por desempeño personal, por sudar mucho la camiseta, lo obtuvo por decisión del consejo a propuesta del comité que encabeza Marañón. A partir de ahora sudar la camiseta pondera el 40%, y la consecución de cash flow e ingresos de transformación, baja del 80% al 60%. En definitiva más discrecionalidad.
En un año tan penoso para el grupo Prisa como fue 2013, especialmente para accionistas y empleados, el codicioso Cebrián, uno de los artífices del hundimiento del grupo de medios de comunicación, ahora en manos de los bancos acreedores, y du su pérdida de independencia, se embolsó 1,57 millones de euros en metálicos y 1,62 millones de acciones. Como se ve la política de retribuciones está muy bien alineada con los intereses de los accionistas.
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