La decisión tomada por Ángela Merkel de abrir Alemania a los refugiados al margen de que procedan de otro país de la Unión Europea, lo que le eximiría de hacerse cargo según el tratado de Dublín, dignifica a la canciller alemana y a su país frente a la posición de otros Estados comunitarios, que no quieren saber nada de las personas que huyen de las guerras en Siria, Irak y Libia, entre otros, de las que son responsables en gran medida la Unión Europea y Estados Unidos.
Los medios de comunicación ponen el foco en los atentados xenófobos y racistas contra centros alemanes de refugiados en una clara distorsión de la realidad de la sociedad alemana, que está teniendo un comportamiento ejemplarmente solidario con los refugiados, con miles de voluntarios apoyando el proceso de integración en alojamiento y enseñanza y afrontando un reto enorme, como es el de absorber 800.000 demandantes de asilo este año, según las últimas previsiones realizadas. Este desafío es, no obstante, superable para Alemania, que tiene un conocimiento profundo de la realidad de la inmigración en todas sus formas. Ya cuando terminó la segunda guerra mundial y con el país devastado, Alemania tuvo que acoger a más de millón y medio de refugiados de cultura alemana de otras zonas con ascendencia germánica, Sudetes y Silesia entre otras. Desde que cayó el muro de Berlín en 1989, ha integrado a más de 3 millones de personas descendientes de alemanes que vivían en la desaparecida Unión Soviética, y la oleada de refugiados de los países que conformaban la antigua Yugoslavia tras las guerras civiles alcanzó una dimensión incluso superior a la siria en el caso alemán. Hay que tener en cuenta también que para Alemania hablar de un millón de refugiados se relativiza teniendo en cuenta que el país cuenta con una población que supera los 80 millones de habitantes.
La canciller, que ha crecido en la RDA donde atravesar el muro sin permiso suponía la muerte, ha cogido el toro de la inmigración por los cuernos, reconociendo que el tratamiento de los refugiados que huyen de las guerras no puede ser el mismo del que se debe conceder a los emigrantes que huyen por motivos económicos. Merkel ha decidido poner a su lado en este dossier político abrasador a Francia, país que al cuenta también con una experiencia muy notable en inmigración y que ha aplicado la convención de Ginebra de asilo político con generosidad desde los años cincuenta.
Merkel y el presidente de la república francesa, François Hollande, coinciden en que es impresentable que los países de la Unión Europea levanten muros frente a esta inmigración, cuando Turquía, Líbano y Jordania (en estos dos últimos, los refugiados representan un tercio de la población) han recibido 5 millones de refugiados de Siria e Irak. Ambos líderes políticos van a trasladar una nueva política de inmigración a un Consejo Europeo que deberá celebrarse posiblemente en octubre. Viniendo de Alemania y Francia difícilmente el resto de países lo rechazará. Merkel ya ha dejado claro que la UE necesita tener un “sistema unificado” rápidamente, en el que haya una armonización de las reglas, de las prestaciones y que establezca una lista común de países seguros, en los que no estaría justificada la petición de asilo, con las excepciones que pudiera haber.
El reto de los refugiados debe ser encabezado por Naciones Unidas
Italia, donde la Iglesia ha impuesto su autoridad moral frente al racismo en la acogida de los inmigrantes que se juegan la vida en las travesías marítimas, y Grecia ya han sido requeridas para que certifiquen adecuadamente los demandantes de asilo y los diferencien de los emigrantes que han arribado al país por otros motivos. Tanto Merkel como Hollande están de acuerdo en que tiene que haber un reparto equitativo de los refugiados y esta vez, el gobierno de Rajoy, a pesar de las elecciones, no podrá negarse a aceptarlo. En julio no se alcanzó un acuerdo sobre el reparto de 40.000 personas que han pedido el asilo en Italia y Grecia, habiendo aceptado España 1.300 eritreos y sirios, de los 4.300 que le propuso Bruselas. También se aplicará con firmeza la devolución de los inmigrantes sin derecho a ser asilados.
La realidad es que la crisis puede agravarse teniendo en cuenta que no hay visos de que las guerras originarias de los millones de refugiados no parece que vayan a terminar mañana, y que la situación en los países limítrofes, especialmente en Jordania y Siria, puede estallar. Más que una respuesta europea, necesaria sin duda, debe buscarse un asilo consensuado en Naciones Unidas, que involucre a Estados Unidos, país que tiene una gran responsabilidad de lo ocurrido, y que sólo dará asilo a 6.000- 10.000 sirios entre este año y el próximo, según ha anunciado recientemente. También Arabia Saudita y los países del Golfo deben asumir una parte importante de la carga que supone esta crisis de refugiados.
Voluntarios conciencian a los alemanes a compartir el piso con los refugiados