La reputación de Coca Cola sigue empeorando por las graves consecuencias que su agresiva estrategia comercial de ámbito mundial, enfocada a niños y jóvenes, tiene para la salud, coadyuvando a la epidemia de obesidad mundial, y a la alarmante contaminación de su plástico, que invade mares, costas, bosques y calles.
‘Break free from plastic’, la organización civil que lucha contra la muy grave contaminación del plástico, y que audita recogidas masivas de desecho plástico realizadas por 14.734 voluntarios en 55 países, indica en su reciente estudio, que entre las 346.494 piezas cosechadas de residuo plástico, el 63% correspondían a marcas de consumo bien conocidas, y Coca Cola es por tercer año consecutivo la marca más contaminante de plástico del mundo, seguida de lejos por Nestlé y Pepsico, estas dos también han ocupado los mismos puestos en las dos anteriores ediciones del ranking.
La bebida estadounidense que ha conquistado el mundo y a la que obviamente hay que meter en cintura, tarea que deben realizar los consumidores penalizándola y los gobiernos con muchos más impuestos y tasas, ha dejado su huella en 51 de los 55 países, con un aumento del 20% en residuos y de 14 países en extensión respecto al año anterior.
Siete de los 10 mayores contaminadores, las tres marcas citadas más las de Unilever, Mondelez, Mars y Colgate-Palmolive, se han adherido a The New Plastics Economy Global Commitment, pero su pretendido esfuerzo en ir eliminando esta lacra no es cierto. Un informe realizado por la fundación Ellen MacArthur sobre los avances de las compañías adheridas al compromiso con la economía circular, destaca que en un año, entre 2018 y 2019 sólo han rebajado un 0,1% la utilización del plástico virgen.
Hay una empresa, Unilever, que ha decidido hacer más creíble su transición ecológica, otorgando voz y voto a los accionistas en los planes de la compañía en materia medioambiental, la reducción de emisiones a un saldo neto cero en 2039, lo que supone 11 años antes de lo acordado en París y la reducción del impacto ambiental de sus marcas (Frigo, Knorr, Calvé, Pond’s, Dove, etc).
Sí parece que estos colosos del consumo envuelto en plástico sólo tomarán medidas serias y se reinventarán ante el temor al activismo financiero y democratizar la toma de decisiones permitiendo que los grandes fondos de inversión voten es un paso adelante en la buena dirección.
El Tribunal de Cuentas de la UE acaba de publicar un estudio muy crítico con estas empresas y los países, en el que denuncia que el nivel de reciclaje de los embalajes plásticos como los de yogures y las botellas, es más bajo que el de otros plásticos, que está en torno al 40%, cuando estos plásticos representan el 60% de los residuos.
La Comisión Europea aumentó hace dos años el objetivo de reciclaje hasta el 50% en 2025 y del 55% en 2030. Estos objetivos son inalcanzables si la presión sobre estas empresas no aumenta justificadamente. La pandemia les ha dado alas a los contaminantes consumiéndose como nunca plásticos de un solo uso.
Dice el Tribunal de Cuentas que los países de la Unión Europea reciclan apenas el 30% del plástico, midiendo con una metodología realista. España es uno de los países que peor lo hace, según se observa en este informe, siendo importador de residuos internamente, entre países de la Unión, y de los que menos aprovecha los fondos europeos para combatir esta lacra con inversiones en reciclado.