Freedom in the World, el informe que anualmente y desde 1972 publica la organización civil estadounidense, Fredom House, financiada por Washington pero no por la CIA, mide las libertades civiles y los derechos políticos de los países de todo el mundo. Aunque la clasificación es criticada por poner excesivo énfasis en los aspectos más formales de la Democracia y no ponderar suficientemente las verdaderas relaciones de poder e influencia de las élites políticas y económicas, no cabe duda de que sirve al menos como termómetro de las libertades en el mundo.
El publicado este año y que recoge los resultados de 2018 resulta alarmante, ya que por décimo tercer año consecutivo indica un deterioro de la libertad global en el mundo. Un período en el que, sin embargo, la globalización económica se ha fortalecido dando origen a movimientos nacionalistas que ven en el sistema económico de libertad de fronteras un peligro.
El último informe rebaja la nota a un total de 68 países y mejora el de otros 50. La puntuación media del mundo ha caído desde el año 2005 sin interrupción y en estos trece años también han sido más los países donde se han deteriorado las libertades civiles basadas en derechos fundamentales que en los que han mejorado. El estudio tiene tres notas de calificación, libre, parcialmente libre y no libre, medidas sobre una puntación que va del 1 al 7, siendo libres los países que obtienen entre 1 y 3, parcialmente libres los puntuados entre 3 y 5,5 y no libres, entre 5,5 y 7.
Para hacerse una idea del retroceso de las libertades, basta subrayar que la euforia del derrumbe del muro de Berlín permitió que entre 1988 y 2005, el porcentaje de países no libres, según Freedom in the World, cayó 14 puntos, del 37 al 23%, mientras que los libres subieron del 36 al 46%. Desde entonces el deterioro de los valores democráticos es imparable. Entre 2005 y el año pasado, el porcentaje de países no libres ha aumentado el 26% y por el contrario el de países libres se ha desmoronado un 44%. A pesar de todo, sobre una población de 7.600 millones, son más todavía, el 39% que viven en países libres, que el 33% que no lo son, mientras que un 24% son parcialmente libres. Europa y América son los continentes mayoritariamente libres, mientas que en África manda abrumadoramente la falta de libertades, que también es mayoría, 40%, entre la población de Asia-Pacífico, pero casi a la par, 39%, con quienes viven en libertad.
Es cierto que buena parte del deterioro lo ponderan países que ganaron el estatus de libres después de 1988, concretamente dos terceras partes de los 23 países que han sufrido una clasificación negativas en los últimos 13 años. Un ejemplo claro es el de Hungría, que ahora es parcialmente libre tras cinco años consecutivos perdiendo nota.
También hay una crisis de confianza en la Democracia en países que siguen teniendo la clasificación de libres, pero que han bajado la nota. De los 41 países que tenían la calificación buena antes de 2005, en 22 de ellos se ha registrado una peor nota. Entre los 50 países declarados como no libres los peores son Siria, Turkmenistán, Eritrea, Sudán del Sur, Corea del Norte, Guinea Ecuatorial y Arabia Saudita, siendo Nicaragua el que más puntos ha perdido en un año del grupo de los no libres
Los países que más destacan por sus libertades civiles y derechos políticos son Noruega, Suecia Finlandia, Canadá, Holanda, Australia, Uruguay, Luxemburgo, Nueva Zelanda, Dinamarca, Irlanda, Japón y Bélgica. Del grupo de libres los países que han perdido más puntos son Brasil, Rumanía y Senegal. España ocupa el puesto número 20 y su calificación no ha cambiado respecto al año anterior, mientras que Estados Unidos se sitúa en el puesto 33.
El informe muestra preocupación por la democracia estadounidense, cuyo deterioro, dice, ya se había producido antes de la llegada de Trump a la presidencia, debido a la creciente polarización política, la exagerada influencia de los lobbies y la falta de rigor informativo. Los escándalos sobre el espionaje a los ciudadanos que se conocieron en anteriores Administraciones, ya eran sintomáticas. Sin embargo, Freedom House denuncia que Trump está sometiendo a tensión los valores fundamentales de Estados Unidos y poniendo a prueba la estabilidad del sistema constitucional. No obstante considera que los contrapoderes están funcionando adecuadamente.