Una cosa es el discurso e incluso los acuerdos, como el tímido habido en Katowice, de lucha frente al cambio climático o la transición energética y otra, muy distinta, la realidad financiera de instrumentos relevantes para medir el compromiso medioambiental. Este año se puede considerar un fracaso en lo que atañe a la emisión de deuda para conseguir financiación de proyectos medioambientales, conocida en el argot internacional como green bonds (bonos verdes).
Las cifras aportadas por la Climate Bonds Initiative (CBI) indican que la estimación de captar 210.000 millones de dólares este año con la emisión de bonos verdes fracasará e incluso hay dudas de que se puedan superar los 162.000 millones del año pasado, ya que la semana pasada se habían emitido bonos de este tipo por valor de 154.800 millones de dólares.
Este estancamiento se ha producido además a pesar de que en noviembre se batió el récord mensual de deuda verde emitida y cubierta por valor de 23.900 millones de dólares, con emisiones relevantes de bancos chinos, de ING, de empresas públicas como La Poste (servicio público postal), del aeropuerto de Amsterdam o de las ciudades Los Ángeles y Gotemburgo. Parece complicado que se alcance en el año 2020, un tótem para la lucha contra la contaminación, una deuda viva de un billón de dólares, tal como preveía la organización británica CBI. Ésta se marcó como misión espolear un mercado de deuda medioambiental hasta los 100 billones de dólares para financiar de una forma u de otra la lucha contra el cambio climático.
En cualquier caso hay que reconocer que en los últimos años se ha ganado en conciencia tanto por parte de inversores como bancos y gestores de cartera de la bondad de las financiación verde. La emisión de bonos se ha multiplicado por cuatro desde el año 2015, cuando sumó 42.000 millones de dólares, pero todavía la deuda viva de los bonos verdes no supera el medio billón de dólares, y no llega al 1% del saldo de deuda mundial emitida en obligaciones.
Sin embargo, la deuda que no tan directamente como los bonos verdes se emite para proyectos “alineados con el clima” supera los 1.500 millones de dólares, aunque no se dispararán estas cifras mientras que los gestores de activos sólo dediquen a la inversión verde el 0,2% de sus activos, según datos ofrecidos por CBI en su observatorio publicado recientemente. El optimismo proviene de la demanda de los inversores y de los emisores corporativos que ha aumentado mucho por motivos de responsabilidad social y reputación.
El estancamiento de este año está alineado con el del propio mercado de deuda, que se ha contraído más del 5% este año y de la elevada volatilidad de los mercados financieros, además de la falta de seguridad jurídica que existe en los proyectos verdes. El hecho de que los gestores de ahorro con carteras que suman 50 billones de dólares se hayan comprometido a la denominada inversión responsable, en la que encaja la medioambiental, da esperanzas de que la deuda verde juegue un papel fundamental en la consecución de los objetivos climáticos.