Casa cuatro o cinco años y coincidiendo con lluvias muy abundantes, el desierto chileno de Atacama se cubre con un manto de flores, miles de especies de diferentes colores, amarillas, rojas, blancas o violetas, inundan el espacio generalmente seco y desértico. El fenómeno ha alcanzado este año una dimensión desconocida desde hace 50 años por la gran cantidad de agua caída y el fenómeno climático de El Niño, que ha aumentado las lluvias, de tal suerte que haya llegado humedad a los bulbos y rizomas subterráneos para que éstos puedan germinar y mantenerse en un hábitat tan árido, un ecosistema siempre latente a la espera de que se den las condiciones necesarias para brotar. La gran excepción de este año ha sido que se han producido dos floraciones, una en invierno y otra en primavera, despertando la curiosidad científica.